Siete mujeres Santas que vivieron durante años alimentándose sólo con la Eucaristía.
La abstinencia absoluta de alimentos sólidos durante más de unas cuantas semanas es imposible fisiológicamente, sin embargo hay una cuantos casos en la historia en que personas han sobrevivido durante años comiendo solamente la eucaristía, la hostia consagrada, que luego de esta consagración sacerdotal los católicos creen que se transforma en el cuerpo y la sangre de Jesucristo.
Una demostración de que la hostia consagrada es algo más que un pedazo de harina con agua cocida son los milagros eucarísticos, donde hostias consagradas sangran con sangre humano. Y otra, la que traemos aquí, son los testimonios de vida de personas que consagran radicalmente su vida a Jesús y son capaces de vivir por años comiendo solamente la hostia consagrada.
Esto demuestra que el cuerpo humano puede vivir durante años en abstinencia absoluta y que en esa circunstancia se desarrolla una elevadísima espiritualidad, teniendo a Dios como Única y Verdadera Fuente de la Vida.
Sin embargo está la otra cara. El Padre Pío le envió a Luisa Piccarreta este mensaje, a través de Federico Abresch:
”Querida Luisa, los santos sirven para el bien de las almas, pero su sufrimiento nunca tiene límites”
EL ASPECTO MÉDICO
La fisiología y la patología enseñan que el hombre no puede sobrevivir a una abstención total de alimentos prolongada por algunas semanas.
Esta es la regla general para el acontecer totalmente humano, sin embargo, la Iglesia registra numerosos casos de ayunos absolutos durante años, perfectamente documentados, ya que las investigaciones que se aplican desde Benedicto XIV son muy estrictas. Sin embargo, el ayuno absoluto durante años, por sí solo, no es causa de santidad.
En realidad no se puede comprender en ningún modo la posibilidad de realización natural de tales ayunos.
Los animales de letargo invernal, como la marmota, el oso, el erizo, el murciélago, etc. se hunden en la inmovilidad y caen en un estado de letargo con un amortiguamiento de la circulación y la respiración, y la temperatura considerablemente rebajada. El mantenimiento de esa existencia, reducida al mínimum, exige entretanto la combustión de las grasas y de elementos tisulares, que dan siempre una disminución de peso.
El organismo humano no puede mantener su vitalidad sin combustión y toda combustión implica una pérdida de ácido carbónico y desechos; de ello proviene el enflaquecimiento y, si no hay aporte de materiales de reemplazo, la muerte sobreviene después de cierto tiempo.
Observemos además que los Santos y las personas piadosas que describiremos abajo, llevaron en su mayoría una vida normal y hasta muy activa. No sólo no padecieron el letargo de los animales invernantes, sino que algunos durmieron apenas algunos instantes por noche, a veces nada en absoluto. Su desgaste debió ser por lo tanto el máximo.
En tales condiciones, la hipótesis de un milagro se presenta fácilmente al espíritu.
Acá traemos siete de estos casos; mujeres que han demostrado con su vida que Dios es el Único y Verdadero Alimento.
IMELDA LAMBERTINI
Imelda tenía tan solo 11 años de edad cuando dejó su cuerpo en un amoroso estado de éxtasis místico tras recibir su Primera Comunión. Ella se encontraba en el convento preparándose para ser monja y la única cosa que verdaderamente deseaba era recibir la Comunión. Habiendo sido enviada al convento después de suplicar mucho a sus amados padres, era admirada por todos su piadosa devoción. La ley eclesiástica no permitía que ella recibiese la Sagrada Eucaristía, debido a su corta edad. Pero, en la vigilia de la Ascensión (12 de mayo de 1333), sus oraciones fueron finalmente atendidas.
Una hermosísima Hostia llena de Luz se hizo visible por encima de ella, que permanecía arrodillada en íntima oración. Terminada la Misa, todo el mundo había abandonado ya la iglesia, a excepción de la hermana sacristana; cuando esta vio aquella Luz sobre Imelda corrió aprisa en busca del sacerdote. Viendo el milagro, el sacerdote no tuvo más alternativa que dar a Imelda su Primera Comunión.
Inmediatamente, habiendo recibido al Señor, Imelda entró en éxtasis. Lo que sucedió a continuación solo Dios lo sabe. En el mismo altar donde ella había estado orando y donde había recibido a Cristo a la Eucaristía, rodeada de monjas y curiosos, Dios la tomó para llevarla consigo. Esta dulce niña amaba a Dios tan profundamente que su corazón fue llevado inmediatamente. Su cuerpo incorrupto se ha venido guardando en una iglesia de Bolonia (Italia) hasta el día de hoy.
CATALINA DE SIENA
Catalina Benincasa nació en Siena, en la fiesta de la Anunciación del año 1347, en el seno de la numerosa familia de un comerciante. A la edad de seis años tuvo una visión de Cristo en su trono de Gloria y a raíz de ello hizo voto secreto de entregar su vida a Dios. A los doce años, en respuesta a la insistencia de sus padres, Catalina les hizo saber que nunca contraería matrimonio y para confirmar su decisión cortó su hermosa y larga cabellera. Viendo que no cambiaba de actitud, la familia comenzó a tratarla como a una sirvienta, encargándole los más humillantes trabajos de la casa, de manera que no tuviese tiempo para retirarse a orar en soledad conforme acostumbraba. Catalina sobrellevaba todo esto con dulzura y paciencia, y Dios le mostró cómo construir una ‘celda interior’ donde estar a salvo de toda perturbación.
Santa Catalina de Siena fue invitada por el mismo Jesús a beber su Preciosísima Sangre, la cual manaba de su costado. Tras beber de esta Divina Fuente, ella no necesitó comer o beber más. Durante los siete años previos a su fallecimiento, vivió no tomando sino a Nuestro Señor en la Eucaristía. Ella no tenía hambre, permaneciendo activa y fuerte.
Después de la comunión diaria casi siempre quedaba en éxtasis, siendomuchos los que pudieron verla levitar. Cada día era mayor el número de conversiones y tres sacerdotes dominicos fueron designados exclusivamente para escuchar las confesiones de aquellos a quienes ella había persuadido para enmendar sus vidas.
MARTA ROBIN
Marta Robin nació el 13 de marzo de 1902, en Châteauneuf de Galaure (Francia). Sus padres eran propietarios de una modesta plantación de maíz. En 1903 la familia Robin hubo de pasar por la penosa experiencia de sufrir una epidemia de fiebre tifoidea. A resultas de ello, la salud de Marta quedó debilitada. Ello no le permitía acudir regularmente a la escuela, hasta que al fin ella dejó de ir para tomar parte en las labores de la casa y la granja. Desde su infancia, ella consideró a María como su Madre, amándola y rezándole como tal.
En 1918, Marta Robin sintió los primeros síntomas de la enfermedad que nunca más la abandonaría: una encefalitis. Se intentó todo para curarla. Para hacer frente a los gastos médicos, Marta Robin cosía y bordaba para unas cuantas personas que le hacían encargos. Tras diez años de lucha contra la enfermedad, por la Gracia de Dios, ella comprendió que su enfermedad y su sufrimiento serían el Camino que la llevara a la Unión con el Corazón de Jesús, el Redentor.
Con ayuda del padre Faure, Marta Robin fue adentrándose en una vida de silencio, entrega y oración. Su unión con Jesús llegó a ser tan íntima que cada viernes ella participaba de los sufrimientos de la Pasión, manifestándose en su cuerpo los estigmas.
En 1929, la enfermedad entra en una segunda fase: Tetraplegia y parálisis del canal alimenticio. Contrariamente a lo que la ciencia afirma, continuó viviendo sin comer ni beber, solo tomando la Comunión diaria; así se mantuvo durante 52 años.
La gente acudía a confiarle sus preocupaciones en familia, acompañados por sus hijos. Marta Robin amaba a los niños y hablaba al padre Faure acerca de la necesidad de crear una escuela, la cual se abrió en 1934. Este sería el comienzo de la importante labor que Dios deseaba poner en marcha.
ALEJANDRINA DA COSTA
Nació el 30 de marzo de 1904 en Balazar (Portugal), en el seno de una familia de campesinos muy piadosos. Alejandrina era alegre y espontánea, sin embargo desde muy niña aprendió a dominar sus miedos y acostumbraba a rezar con perseverancia y fervor. Ya antes de su Primera Comunión, a los siete años de edad, Alejandrina sentía un profundo amor por la Eucaristía, visitando el Santísimo con inusual frecuencia.
Al poco tiempo cayó seriamente enferma con fiebre tifoidea. Tras recuperarse en un sanatorio en la costa atlántica, volvió nuevamente a Balazar y trabajó como costurera junto con su hermana Deolinda. En 1918 tuvo lugar un acontecimiento que marcó su vida. El hombre que la acosó años atrás se presentó en su casa y, entrando por la fuerza, logró acorralarla mientras su hermana y otra joven conseguían escapar; detrás de ella había una ventana y, siendo esta la única salida posible, prefirió lanzarse por ella y exponerse a la muerte antes que ceder a las pretensiones de aquel desalmado. Alejandrina tenía tan solo catorce años.
A consecuencia de la caída, su columna vertebral quedó irreparablemente lastimada, progresando la lesión hasta que en 1924 (a los veinte años de edad) quedó definitivamente postrada en cama. Su familia se reunía todas las noches en torno a ella para rezar a la Santísima Virgen por su sanación. Poco a poco brotó de su piadosa alma el deseo de ofrecer a Jesús su sufrimiento por la reparación de los pecados del mundo.
Alejandrina experimentó numerosos éxtasis de la Pasión completa de Jesucristo, los cuales fueron filmados. Un día escuchó la voz del Señor que le decía: ‘No te alimentarás más con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será mi Sangre, tu vida será mi Vida… Quiero mostrarle al mundo entero el poder de la Eucaristía y el poder de mi Vida en las almas’. Después de ello tuvo lugar su último éxtasis.
Durante los últimos trece años de su vida, Alejandrina no comió ni bebió nada, alimentándose únicamente de la Eucaristía. Ello ha quedado reflejado en los numerosos exámenes médicos a que fue sometida.
LUISA LATEAU
Su vida discurrió en Bois d’Haine (Bélgica). Su padre falleció al poco de nacer ella (en 1850) y a causa del sufrimiento padecido su madre permaneció en cama durante dieciocho meses. En esas circunstancias Luisa, que había contraído la enfermedad de su padre, carecía de los más elementales cuidados y sobrevivió gracias a algunos vecinos caritativos. Ya curada, la madre trabajaba durante el día para alimentar a la familia. Ella recibía solo un reducido salario y, durante años, ellos sufrieron hambre y frío viviendo en medio de una gran pobreza.
En la noche del 3 de enero de 1868 (primer viernes), estando en oración, un rayo de Luz marcó los estigmas en el corazón, pies y costado de Luisa. Estas manifestaciones se repitieron durante los siguientes viernes hasta que, a imitación de las heridas de Jesús, la sangre empezó a fluir, primero de su costado y después de sus pies y manos. Pronto aparecerían las heridas causadas por la corona de espinas y a partir de entonces Luisa ya no necesitó dormir más.
Desde abril de 1871 ella dejó definitivamente de comer, porque vomitaba todo cuanto ingería; numerosos médicos fueron testigos de sus éxtasis y probaron el hecho de que no tomó comida alguna durante doce años.
Lo único que toleraba era la Eucaristía y esta hacía brotar en ella tal Unión con Cristo que tan pronto como comulgaba el mundo exterior dejaba de existir para Luisa. A pesar del ayuno total, el insomnio y las pérdidas de sangre que no se veían reparadas mediante alimento, durante la semana (a excepción de los viernes) Luisa dividía su tiempo entre cuidar a los enfermos, ayudar a los necesitados, recibir a los visitantes y llevar a cabo las más penosas tareas de la casa para ayudar en todo lo posible a su madre y hermanas.
Desde enero de 1876 dejó de ser posible para Luisa acudir a la iglesia. En lo sucesivo guardaría reposo en casa, siéndole llevada la Comunión cada día. En 1879, se vió obligada a permanecer en cama y dejar de realizar esfuerzos. Aunque sus sufrimientos aumentaban progresivamente, Luisa solo dejaba de hablar a aquellos que iban a verla durante los éxtasis de los viernes y después de la Comunión. Dejó su cuerpo el 25 de agosto de 1883.
LUISA PICARRETA
Luisa nació en Corato, al sur de Italia, el 23 de abril de 1865. A los 11 años de edad se hizo Hija de María. Quiso ser monja pero no la aceptaron. A los 13 años de edad tuvo inesperadamente la primera visión de Jesús con la Cruz a cuestas, a partir de la cual y para siempre, se encendió en Luisa un grandísimo deseo de compartir el padecimiento de Jesús por amor a El.
A los 16 años tuvo una segunda visión de Jesús coronado de espinas, a partir de la cual ella aceptó plenamente la Voluntad de Dios. Pocos días después tuvo una tercera visión de Jesús en su Pasión, que la llevó a perder el conocimiento; cuando volvió en sí no era capaz de abrir la boca ni de tomar alimento, situación que se mantuvo durante dos o tres días y que poco tiempo después se convertiría en definitiva, viviendo el resto de su vida (64 años) solo de la Voluntad Divina, que junto con la Eucaristía era su único alimento.
Así comenzó una ‘enfermedad’ que ningún médico fue capaz de diagnosticar: permanecía todo el día sentada en su cama, sin apoyar la cabeza en la almohada ni para dormir. Cuando perdía el conocimiento quedaba como petrificada, en un estado del que ningún tratamiento médico era capaz de sacarla sino solo la bendición de un sacerdote; en una ocasión llegó a permanecer así hasta 25 días, ante la desesperación de su madre. En esos estados recibía visitas frecuentes de Jesús y de la Santísima Virgen, quedando fielmente reflejadas estas experiencias en los 36 volúmenes del ‘diario’ que comenzó a escribir en 1899 a petición de sus confesores.
TERESA NEUMANN
Mención aparte merece el caso de Teresa Neumann, que fue estudiado en profundidad por numerosos científicos desde un punto de vista imparcial. Su biógrafo, Johannes Steiner, testigo privilegiado de los hechos, cuenta que desde las navidades de 1922, y debido a una parálisis de los músculos de deglución, Teresa Neumann sólo tomó alimento líquido; desde agosto de 1926, sólo tomaba una o dos cucharadas al día, ya que no sólo no experimentaba sensación alguna de hambre, sino que por el contrario sentía repugnancia hacia la comida y la bebida.
Finalmente, a partir de las navidades de 1926 se negó a tomar cualquier alimento; sólo se le daban unas gotas de agua al recibir cada día la sagrada comunión. Y desde septiembre de 1927 el párroco Naber ni siquiera le dio ya esas gotas. Desde esa fecha hasta el final de su vida, es decir, a lo largo de 35 años, Teresa Neumann se mantuvo sin ningún alimento ni bebida alguna. Su única alimentación fue la sagrada comunión. Al mismo tiempo, cesaron por completo las evacuaciones urinarias e intestinales a partir de 1930.
A lo largo de su vida se mantuvo en su peso sin comer ni beber. Sólo los viernes de pasión perdía unos kilos (hasta 4) que recuperaba a lo largo de la semana siguiente. Resulta esclarecedor que durante el Tercer Reich se tuvo en cuenta el hecho de que Teresa Neumann no tomase alimentos, por lo que no se le otorgó ninguna cartilla de racionamiento durante II Guerra Mundial.
No obstante, la Comunión diaria era fundamental para su supervivencia. Si pasaba más de un día sin haber comulgado, ella entraba en un estado de inconsciencia del cual solo la sacaba tomar la Sagrada Comunión
La gente tenía dudas acerca de que Teresa pudiera vivir sin comer, de modo que el obispo de Regensburg pidió que se expidiese un certificado médico que acreditara este fenómeno, en 1927. Teresa y su padre accedieron a que le fuera realizado un examen médico, el cual se llevó a cabo entre los días 14 y 28 de julio de 1927. El resultado fue hecho público por el profesor Ewald y las autoridades diocesanas: ellos confirmaron que en efecto Teresa estaba viviendo sin tomar comida alguna.
Teresa Neumann (8 abril 1898 – 18 septiembre 1962) fue curada de graves enfermedades en varias ocasiones por la intercesión de Santa Teresa de Lisieux, aunque en algunos casos desde un punto de vista médico no hubiera recuperación posible.
Además del hecho de que ella viviera durante décadas solo recibiendo la Sagrada Comunión regularmente, en su vida se dieron otros fenómenos: la experiencia de acontecimientos religiosos del pasado a través de sus visiones, la interpretación de las palabras que había oído en una visión en su lengua original, los Estigmas, la capacidad para dar consejo y dirección espiritual. Aunque dichos fenómenos no pueden ser científicamente explicados y ello los hace difíciles de comprender para algunas personas, la vida de Teresa da testimonio de la acción de Dios en el mundo no solo para los creyentes sino también para todos aquellos que llegaron a conocer su situación más de cerca.